He crecido, tengo 87 años, ya no veo, me tiembla la voz cuando hablo y las manos, piensan que tengo miedo, no, no. Estoy viejito eso es todo, pero este viejito piensa”, dice Gilberto Aceves Navarro. El artista bromea que se ha vuelto un ser gelatinoso y despliega la vitalidad que aún conserva en ese cuerpo pequeñito de más de ocho décadas.
“Siempre he sido capaz de reírme, de mí principalmente; no me creo, pero siempre estoy haciendo lo posible por creérmela; siempre estoy haciendo lo posible por ser positivo e innovador”. Su sentido del humor está intacto, incluso más afilado, y el maestro sigue conservando ese espíritu que le impulsa a ir por más, por ser “una especie de boy scout. ¡No, qué boy scout, los detesto! sino como un explorador de índices mayores”.
Aceves Navarro está de regreso en el lugar de sus correrías infantiles y juveniles: esta noche inaugura una extensa exposición en el Museo de la Ciudad de México, en el Centro Histórico. Recuerda que le tocó nacer en el Hospital de Jesús y que su abuela tuvo una casa “con un gran patio y barandales, donde colgaban las piñatas”, en la calle de Iturbide. Por el rumbo también estaban la Academia de San Carlos y La Esmeralda, a donde fue después a ofrecerse como maestro.
Gilberto Aceves Navarro: Hoy es “una especie de panorámica” de más de 70 años de trabajo. Incluye 60 obras, desde aquel “Autorretrato”, elaborado en 1951 cuando tenía interés por lo figurativo, hasta esos cuadros de gran formato que ahora hace y que la pérdida de la vista le ha obligado a realizar.
“Me formé siguiendo mis corazonadas, mi intuición, cosa que aprendí de mi madre; ser trabajador lo aprendí de mi abuela. No tomé la pintura por ser vago, sino por tener un compromiso mayor, lo que estoy haciendo actualmente es producto de esa necesidad de decir cosas que sean importantes y luminosas”, agrega el artista que ha sido identificado como integrante de la llamada Generación de la Ruptura.
El pintor y escultor ya camina lento, se vale de un tubo de oxígeno para respirar y aunque dice que le tiembla la voz, no es verdad: sigue hablando con claridad y su memoria está intacta. Otras cosas ha dejado de hacer con los años, dice que ya no cocina y que tampoco puede recorrer museos como lo hacía antes; ahora se entera del arte a través de libros y de “esos aparatitos” que usan los jóvenes. Tampoco puede leer ya, a veces le leen un poco.
Lo que no puede dejar de hacer es meterse todos los días al estudio: “Antes pintaba y dibujaba todo el día, no cambiaron mis hábitos mucho, pero ahora me cansó”.
En todo caso, sigue peleando por ser libre a través del arte: “Estoy haciendo muchas cosas, no estoy usando mucho papel, uso pintura y telas, brochas, espátulas, jergas; estoy metiendo entre mis manos todo tipo de arroces y pastas que pueda usar, buscando que la forma se vaya diluyendo y se convierta en otra forma”. Con sus 87 años, Aceves Navarro sigue buscando lo mismo que antes: “Sorprender, era lo que yo quería: sorprender”.
Por: Luis Carlos Sánchez
'Soy un viejito que piensa”
El artista, que durante más de 70 años ha construido una obra plástica de gran importancia en nuestra historia, presenta la exposición hoy en el Museo de la Ciudad de México