Durante dos años, antes de que abriera su galería en 2003, Patricia Conde Juaristi hizo una especie de encuesta a la que ella misma llamó consejo: estaba conformado por varios colegas del gremio artístico, pero también por arquitectos, ingenieros, contadores, amas de casa y hasta jardineros. Todos atendieron la misma pregunta: ¿acudirías a una galería en donde, en lugar de pinturas, hubiera sólo fotografías? La respuesta fue no.
Desde aquel sondeo han pasado 18 años y Patricia Conde es actualmente una de las galerías fotográficas más consolidadas y de mayor referencia internacional para México: “El resultado de ese experimento me sirvió mucho, porque me dijeron lo que sentían y, a pesar de eso, reafirmé lo que ya sabía e hice lo que tenía que hacer: dedicar mi vida a la fotografía”, comenta en entrevista.
La reconocida galerista, asegura que el reto más difícil ha sido el miedo a lo desconocido y la errónea percepción que se tiene sobre la fotografía en México: “Algunos tienen miedo a entrar a una galería porque piensan que sólo les vas a querer vender y, en el peor de los casos, creen que una foto no vale, que la pueden tomar ellos mismos, imprimirla y ya, sin comprender el trabajo del arte en la imagen; pasa en todos lados, pero en México aún más”. En las paredes de Patricia Conde Galería (PCG) se han expuesto archivos de los principales fotógrafos de la escena mexicana, como Francisco Mata, Kati Horna o Flor Garduño, y de jóvenes emergentes.
Todos, fotógrafos que “merecen un hueco en el mundo del D arte”, dice. PCG los ha llevado a las más importantes ferias de fotografía en el mundo: Paris Photo, AIPAD, Maco Arte Contemporáneo, Zona Maco Foto, entre otras. La también coleccionista afirma que su trabajo consiste en crear un puente para la práctica fotográfica entre México y el mundo: “En otros países me conocen por ser la que lleva el trabajo de los mexicanos, y aquí, acuden a mí por que tenemos algunos de los mejores acervos fotográficos del extranjero”.
LITERATURA Y FOTOGRAFÍA: NARRADORAS DE HISTORIAS
Soñadora y apasionada de las letras, Conde estudió historia del arte y con algunos trabajos literarios ya publicados, jamás concibió su vida dedicada a las imágenes, “pero un día me di cuenta de que la literatura y la fotografía tienen una relación muy estrecha, porque ambas narran un suceso, te dan la libertad de interpretar e impactan de una manera directa: las imágenes por su mensaje eficaz que penetra en la mirada, y la literatura, a través de sus descripciones desarrolladas”. La autora de dos antologías de cuento, confiesa que la historia sería distinta si no hubiera conocido a su actual esposo, José Antonio Martínez:
“Llevamos 50 años de matrimonio y juntos recorrimos muchísimas exposiciones fotográficas en varias partes del mundo; él me inculcó el amor por la foto”.
DESDE LOS CIMIENTOS
Fue en el año 2003 que PCG abrió sus puertas en Interlomas con un concepto distinto a lo que es actualmente: al principio fue planeado como un pequeño centro cultural que se relacionaba con la fotografía, pero había otro tipo de obras como pintura, por ejemplo. Sin embargo, Conde asegura que esa formula no le satisfacía del todo: “No era feliz, aunque en la descripción decía que era una galería especializada en fotografía, había también algunas otras actividades, así que decidí cerrarlo y empezar nuevamente”. Tras la reestructuración, en 2009 Patricia Conde Galería se inauguró en Polanco ya exclusivamente dedicada a la fotografía. Comenzó a trabajar con curadores de renombre como José Antonio Rodríguez, Ingrid Suckaer y Santiago Espinosa de los Monteros, con el único objetivo de darle peso y solidez a una galería pionera en su concepto. Desde 2016 el espacio se ubica en General Juan Cano 68, en la colonia San Miguel Chapultepec. Actualmente continúa buscando las mejores propuestas fotográficas, tanto mexicanas como internacionales. Quiere seguir siendo esa galería que, en un momento, fue la única en su tipo en México y que hoy se mantiene vigente y vanguardista, siguiendo de cerca la evolución fotográfica para seguir contando historias.
POR FANNY ARREOLA