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La vida secreta de las obras de arte

Marisa Castellanos es restauradora de arte desde hace más de 20 años; nos permitió conocer los detalles de su oficio, el cual es poco conocido entre los espectadores

CULTURA

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En la colonia Roma, muy cerca de la avenida Álvaro Obregón está el taller de restauración de arte Marisa Castellanos. Dentro de una casa antigua, el espacio se ha remozado y adaptado a sus necesidades, aprovechando al máximo la luz natural disponible. Puntos y líneas, pareciera que a eso se reduce el trabajo del restaurador. Pero, antes que ser pintor, debe ser un investigador que trabaja con testigos mudos. Las pinturas, documentos, libros, fotografías y objetos diversos que llegan a sus manos tienen una vida que contar, de la que no han salido bien libradas. A Marisa Castellanos la época con la más le gusta trabajar es el periodo barroco, entre los siglos XVI y XVIII. Conoce a profundidad la gama de colores que usaban los artistas y sus técnicas. Distingue hasta los símbolos menos comunes de la iconografía católica, aquellos objetos que se colocaban en la pintura y que se usaban para dar mensajes a los espectadores, como el lirio que caracteriza a San José. Ese arte siempre daba un mensaje de evangelización, adoración o gratitud.   La maestra Castellanos estudió en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), su plan era completar la licenciatura. Debido al sismo del 85, debió pausar su formación y, a su regreso, decidió cultivar la restauración como un oficio donde la paciencia, ciencia y técnica van de la mano. Lo primero que tiene que hacer es saber a qué época corresponde el objeto que tiene entre sus manos. ¿Cómo saber a qué periodo pertenece una obra? El tipo de pigmentos y barnices pueden aportar información, y hasta los trazos del pincel, los restos de suciedad que la cubren y la paleta de colores que utilizó el artista. “El dictamen consiste en hacer una revisión exhaustiva de la obra, para determinar el estado de los materiales y suintegridad general. La excultación se realiza con diferentes tipos de iluminación que incide sobre las diversas capas que conforman una pintura, por ejemplo, rayos UV, infrarrojos y rayos X”, apuntó. Todo lo que constituye esos fragmentos – papel rasgado o pegado con diurex y pedazos de tela deshilada de la que caen fragmentos de pintura– aporta información valiosa para emprender la búsqueda de la fidelidad al maestro.     Además, los restauradores muchas veces trabajan para cuidar la obra de artistas anónimos; de tal forma, el grueso de su labor no tiene que ver con los maestros conocidos que están resguardados en los museos. Su tarea reside, más bien, en cubrir todos los huecos de la creación artística. El pintor de la corte que hacía retratos, el ceramista prehispánico o el constructor de mosaicos. Las piezas reciben de Castellanos toda su atención, y gracias a su empeño silencioso pueden aspirar a una larga vida. Porque parte de su quehacer implica también procurar la conservación. Es por ello que imparte talleres para artistas jóvenes, para que éstos elijan los materiales que tiendan a preservar del tiempo sus creaciones. “La cera protege mucho de los cambios de ambiente, ya que consolida las capas de la pintura y le da una protección impermeabilizante. Es la técnica holandesa para reparar lienzos antiguos”, explicó mientras limpiaba con gasolina el rostro de un Rey Mago.   Otra obra que mostró es la de una virgen Dolorosa, la cual se dañó durante la Reforma. "Los sacerdotes, en su prisa por huir, recortaban la tela del cuadro para poder enrollarla y llevársela, posiblemente por su valor para la congregación". Muchas de estas piezas no fueron reintegradas a las iglesias y pasaron a formar parte de colecciones privadas. Las mutilaciones de esos cuadros son reconstituidas por la maestra Castellanos en su taller Artec, quien limpia su parte posterior, la reentela a un tamaño aproximado al que tenía antes del recorte y fija por detrás el lino nuevo con cera de abeja. No se debe identificar el añadido. El lienzo frontal se recubre con ligeros trazos, puntos y líneas, en una técnica llamada rigatino (rayado), que tiene como fin “completar las pérdidas de color”, explicó. POR CARMEN SÁNCHEZ