Destapa su psique

Entrar al estudio del pintor Daniel Lezama es penetrarse en el laberinto de su psique.

Parado entre dos de sus cuadros más recientes observa a sus personajes, como si se tratara de reconocerse en ellos, los cuales, dice, son “perturbadores e inquietantes”.

En la calle Luis Moya, del Centro Histórico, entre locales de lámparas, accesorios para baño y la famosa tortería El Cuadrilátero, se ubica su taller, en el segundo piso de una vecindad carcomida por los años.

La fascinación de este lugar radica, dice Lezama, en que, desde hace más de 50 años, este edificio con escaleras porfirianas, grietas entre sus muros y un peculiar olor a orina de gato, no ha sido restaurado; en algunas partes aún se conserva la pintura original de este inmueble que fue construido en 1906.

El pintor llegó aquí en 1999, después de haber trabajado en un taller de la Academia San Carlos y otro en la calle Mesones. En este espacio trabajó su padre, quien también fue artista. Lezama heredó este lugar y de aquí no ha salido desde hace 20 años, todos los días llega aquí a las once de la mañana.

El piso de madera y la gran altura del techo son dos elementos que ayudan al artista a crear su obra. El ambiente es oscuro, a Lezama no le gusta que la luz natural se cuele entre sus muros, usa reflectores especiales para la creación de sus obras. Tampoco trabaja con música, lo hace en silencio “el ruido que tengo en la cabeza cuando trabajo es suficiente”, dice.

Aquí han nacido todos sus cuadros, que luego se han ido a exhibiciones en Berlín, Leipzig, Nueva York, Ámsterdam, Austria, Chicago, Valencia, Texas, Yakarta, Valencia, Londres, Viena y en México a una docena de ciudades, como su creación más importante: La madre pródiga (2008), un conjunto de 40 obras en las que retrató a la patria mexicana con cuerpos desnudos en escenarios de batalla.

Desde hace un par de años trabaja en “La Compañía”, un total de 15 obras que presentará en junio, dice que estos cuadros son un proceso nuevo en su trabajo, “estoy presentando mi interioridad versus la exterioridad, me interesa hablar de la interioridad humana que es lo que nos queda como bastión frente al mundo, donde está copado por cosas disímiles”, dice.

A diferencia de sus decenas de obras pasadas, en estas se observan elementos más cargados, como el uso de colores neón, y representaciones de paisajes de la naturaleza, “no son futuristas ni nostálgicas son la forma en la que yo construyo mis personajes, aquí se está hablando de mis escenas, significaciones qué pasa dentro de mi cabeza, como si cada parte de mi psique se desdoblara”.

El caos que caracteriza a las calles del Centro Histórico es otro de los componentes que identifican su estudio, “esa vida intensa, mística y variopinta de su gente y sus lugares me atraen y, de alguna forma también se presentan en mis piezas”.

SU TRABAJO:

-Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas

- Empezó su carrera en 1995 con una exposición individual en Taxco

- En 2001 ganó el Premio de Adquisición de la X Bienal Tamayo

- En 2011 presentó “Cartas de Viaje” en la Galería Hilario Galguera

FRASE:

“Quiero mostrar que lo que yo soy por dentro es más importante que tener influjo en el exterior, lo que pasa dentro de mí es lo que más me ocupa en mi obra”.

CIFRAS:

49 años tiene el pintor

23 años de trayectoria artística

2006 presenta La gran noche mexicana. POR SCARLETT LINDERO

scarlett.lindero@heraldodemexico.com.mx

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