Odilón, un gato gris persa, es el único huésped de la casa de Carlos Amorales que entra y sale cuando desea.
En la misma casa se encuentra su taller, ubicada en la calle Ideal. Ese nombre tiene el vecindario de la calle de Abraham González, donde el artista, que representó a México en la Bienal de Venecia 2017, crea sus dibujos, y habita por ahora, tras haber perdido su departamento en la colonia Roma por el sismo de septiembre. La calle Ideal está conformada por una serie de casonas viejas. Ahí, entre gatos callejeros y árboles colosales, se encuentra la cueva de Amorales.Tres cuadros de la serie Aprende a joderte, de la cual se exhiben más de 70 dibujos actualmente en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), cuelgan en la primera parte de su estudio.
Tu jefa parió un nazi, se lee en una hoja de cuaderno que está pegada con cinta adhesiva en la pared, este borrador lo utilizó para el concepto de sus obras que siempre se han caracterizado por la ironía y la “crítica anárquica”, como él asegura.
“No soy de aquí ni de allá”, dice Amorales, refiriéndose a su origen. Creció en una colonia de la delegación Magdalena Contreras, sus padres mexicanos, sus abuelos europeos, siempre fue el güerito del barrio.
Sus papás, ambos artistas de izquierda, lo llevaron a vivir ahí después de haber pasado los primeros años de su vida en Londres. “Nunca me he identificado del todo con México, pero cuando voy a Europa, me siento más mexicano que nunca”.
En el sótano de la casa se encuentra un estudio de música. Además de sus dibujos, el rock nunca salió de su cabeza.
“Si no hubiera sido artista, sería músico”, dice y recuerda aquella época en dónde quiso conectar ambas partes.
De 2003 a 2009 creó el sello de discos Nuevos ricos, “el origen fue totalmente punk: queríamos que la música fuera gratis, que se combinara también la cultura pop y que el arte tuviera distintos espacios y, desde luego, criticamos a los punks más serios”.
En sus últimas series, Amorales analiza qué es lo contemporáneo. “No es un estilo, pero es un arte que se hace en el presente; partiendo de ahí, me parece interesante esa definición. Para ser contemporáneo tienes que estar interesado en el presente, intentar pensar qué está pasando, es difícil porque no todos estamos cabalmente entendiéndolo, y eso es lo que hace complejo al arte”.
“Al final no sabemos qué es el arte”, ríe y asegura que no le gusta pensar que Axiomas para la acción (1996-2018), en el MUAC, es una retrospectiva, “no es cronológica, nunca se había visto en México y yo tenía una deuda con este país”.
Por Scarlett Lindero