COLUMNA INVITADA

Rusia y la política del terrorismo

El viernes pasado, un atentado en el Crocus City hall de Moscú cobró la vida de al menos 137 personas

OPINIÓN

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Claudia Ruiz Massieu / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El viernes pasado, un atentado en el Crocus City hall de Moscú cobró la vida de al menos 137 personas y dejó decenas de heridos. Es el peor ataque terrorista que ha sufrido Rusia en dos décadas y fue reivindicado por una organización perteneciente al Estado Islámico (ISIS-K).

El atentado ha tenido efectos en toda la región: Francia elevó al máximo su nivel de alerta a cuatro meses del inicio de los Juegos Olímpicos y Ucrania teme que el ataque sea utilizado como justificación para escalar las acciones militares en su territorio.

Desde los primeros días de marzo, Estados Unidos había advertido sobre el riesgo inminente de un atentado terrorista en Moscú. El Departamento de Estado emitió una alerta a través de la Embajada, aconsejando a los ciudadanos estadounidenses evitar grandes concentraciones de personas.

Los servicios de inteligencia compartieron esta información con las autoridades rusas, quienes presuntamente la desacreditaron en el ambiente antagónico de la relación bilateral.

La advertencia oportuna de EE. UU. es una señal positiva en medio de las tensiones: la comunidad de inteligencia privilegió la cooperación estratégica por encima de las diferencias políticas entre gobiernos. Sin embargo, la supuesta omisión rusa ha contribuido a las dudas sobre la posibilidad de que el gobierno de Putin use el atentado para fortalecer el apoyo interno y renovar el sentido de urgencia de la guerra en Ucrania. Desde el primer momento y sin evidencias, las autoridades rusas han insistido en vincular a Ucrania con el ataque.

La desconfianza no es gratuita: Rusia tiene antecedentes de “operaciones de falsa bandera” para justificar acciones o decisiones cuestionables. El caso más conocido es el atentado de Ryazan en 1999, que suscitó profundas sospechas sobre la implicación del gobierno en actos de terrorismo para justificar la escalada de la ofensiva militar en Chechenia.

En este caso, no obstante, el contexto es muy distinto. Vladimir Putin acaba de reelegirse para un quinto mandato con cerca de 90% de la votación efectiva. Con más de dos décadas al frente del gobierno, se encamina a convertirse en el líder ruso que ha ejercido el poder durante más tiempo.

Entonces, ¿cuál sería la necesidad de utilizar el atentado terrorista con propósitos políticos? La realidad es que la guerra en Ucrania se ha prolongado tanto que la ciudadanía rusa se ha acostumbrado a ella: quienes no la respaldan activamente, simplemente la aceptan como una realidad normalizada. Después de dos años de conflicto, Rusia no ha logrado alcanzar todos sus objetivos estratégicos. Y el escenario más previsible es que la guerra en los territorios ocupados se prolongue indefinidamente.

En ese contexto, diversos analistas han señalado que Rusia necesitará más recursos; pero, sobre todo, más personas para luchar en el frente ucraniano. Se han documentado distintos esfuerzos del gobierno para reclutar cientos de miles de soldados en los próximos meses, principalmente con dos objetivos: fortalecer las unidades mermadas o preparar una posible nueva ofensiva.

Más allá de sus implicaciones, como cualquier expresión de la violencia terrorista, este atentado debe concitar la condena total de la comunidad internacional. Los estándares para condenar y enfrentar al terrorismo internacional no pueden depender de consideraciones políticas o afinidades ideológicas. El terrorismo siempre es condenable: sin importar dónde, cómo o contra
quién se dirija.

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
SENADORA DE LA REPÚBLICA

MAAZ