COLUMNA INVITADA

Biden será otro adversario

Dos semanas antes del arranque de la administración de Joe Biden y Kamala Harris, el gobierno mexicano abandone su reticencia a felicitar a los triunfadores

OPINIÓN

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Alejandro Poiré / Colaborador/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: FOTO: Especial

No será sino hasta el lunes 6 de enero que los votos del Colegio Electoral de los Estados Unidos serán formalmente contados por el Congreso. Quizá entonces, dos semanas antes del arranque de la administración de Joe Biden y Kamala Harris, el gobierno mexicano abandone su reticencia a felicitar a los triunfadores. Tendrá opciones para hacerlo antes, cumpliendo la palabra del presidente López Obrador de esperar a que se defina el resultado formalmente: el martes 8 de diciembre vence el plazo para la resolución de disputas electorales, y el lunes 14 se reúnen los electores de cada estado para emitir sus votos. 

Pero a estas alturas, ya importa poco el momento específico: AMLO decidió regatear la cortesía elemental al nuevo gobierno del vecino, y por si eso no se viera suficientemente mal, y sumado a la visita de campaña que hizo a la Casa Blanca en julio pasado, todavía hace unos días el presidente agradeció la intervención de Donald Trump para que México pudiera formarse en la fila de compradores de las vacunas contra el COVID. Fiel a su estilo, AMLO ha doblado la apuesta del desaire en lo que parecería una obsesión con su propia derrota en el 2006, pero que más bien ilustra una estrategia que pintará la relación México–EU durante los próximos cuatro años.

A su arranque, el gobierno mexicano enfocó todo su esfuerzo de política exterior en asegurar la aprobación del T-MEC, cosa que logró subordinándose por completo a las pataletas e insultos de Donald Trump. A diferencia del encontronazo que se esperaba entre un presidente mexicano presuntamente nacionalista y de izquierda y el más xenófobo y racista de los mandatarios estadounidenses del que se tenga memoria, AMLO y Trump han construido una cercanía y conveniencia francamente notables. Pero ello no es casualidad. 

El mundo es testigo de la patente incomodidad que tiene para los liderazgos populistas el interactuar con homólogos que, a diferencia de ellos, no se conducen desde la narrativa de la polarización. Para los populistas, la verdad que ellos expresan en sus incesantes discursos es ni más ni menos que la voz del pueblo encarnada, y el propósito último de su labor es la supresión de los enemigos de ese pueblo al que ellos representan. Los populistas no respetan a quienes se asumen como parte de un mundo de contrapesos democráticos, y se oponen a las narrativas del pluralismo, y en particular a la evidencia científica, como parte del arsenal de unos corruptos a quienes hay que vencer a toda costa.

No extraña por ello que resuene la voz del presidente brasileño, otro populista de cepa, yendo incluso un paso más allá que el mexicano para sumarse a la patraña del fraude electoral contra Donald Trump, ni que éste haya privilegiado entre sus invitados a Washington y a Mar-a-Lago al cuadro de horror de las autocracias durante su lamentable administración. 

Vista desde esa perspectiva, la dupla Biden–Harris, que si bien no tendrán en México su principal preocupación de política exterior, empoderará a un amplio grupo de diplomáticos para conducir la relación bilateral que le resultará mucho más fastidiosos a AMLO que las humillaciones de Trump. Serán cuadros versados en temas complejos como migración, seguridad y comercio, pero también con nuevas agendas como derechos humanos, libertades democráticas, y crucialmente, energía, trabajo y medio ambiente. 

Y es probable que precisamente por ello para AMLO resulte lógico doblar la apuesta del desdén original al nuevo inquilino de la Casa Blanca, y aproveche cada oportunidad que se presente para alinear a Biden, Harris y sus emisarios con los conservadores, neoliberales, y otros adversarios del pueblo mexicano. Si esta predicción se cumple, paradójicamente será ahora, con una administración estadounidense a todas luces menos racista y antimexicana que la anterior, cuando nuestro presidente active en serio la retórica antiyanqui. 

POR ALEJANDRO POIRÉ
DECANO CIENCIAS SOCIALES Y GOBIERNO TECNOLÓGICO DE MONTERREY
@ALEJANDROPOIRE